martes, 18 de enero de 2011

Burn y el extraño mundo de Orgas cap.14

Capítulo 14
"El chico de blanco"

Después de lo que Darkconi les dijo a las niñas, ellas se dirigieron al “bosque del martirio”. En el bosque duraron un par de días sobreviviendo a duras penas hasta que se toparon con Infernal, y de ahí prosigue lo anteriormente contado capítulos atrás.
Sin más que contar, Hina y Lexa salieron a jugar bajo el claro otoñal del Sol y sobre las crujientes hojas que reposaban para amortiguar los pasos juguetones.
Burn, ya con la mayor parte de sus dudas resueltas, aún pensaba en que haría mientras se quedaba esos días en la casa. No vio a nadie cerca así que se puso a indagar un poco en la casa. Después de ver unos momentos la adornación lúgubre y paranoica que tenía la casa, decidió salir un rato a tomar aire fresco.
Saliendo de la casa, Burn vio a sus nietas jugar con una mano de algún hombre descuartizado. Al parecer se habían caído los 3 cadáveres que Burn, al llegar a la casa, había visto incrustados en la cruz que se encuentra en lo alto de la entrada. Unos momentos después, Infernal también salió y dijo a Burn:
-Mi estimada Burn, le encargo la custodia y cuidado de las niñas y la casa temporalmente. Me he dado cuenta que nuestra despensa está por agotarse y me llevaré a Andrea conmigo para salir a comprar las cosas que hacen falta.

Seguido de esto, InfernalDragon se dirigió a un pequeño establo resguardado junto a la casa de donde tomó un burro de carga para poder partir. En lo que InfernalDragon alistaba al burro, Andrea salió de la casa y le dijo susurrando a Burn lo siguiente:
-Señorita Burn tenga cuidado. Aparte de ir por despensa iremos a comprar unas medicinas para uno de los huéspedes. Ese huésped se descontrola bastante cuando no toma su medicina; se pone agresivo, alterado… algo loco. Espero no se ponga así en nuestra ausencia, así que tenga cuidado.
Al compás de los trotes, las crujientes hojas muertas gritaban con su tranquilidad aniquilada como despidiendo a InfernalDragon y a la sirviente Andrea.
Burn se sentó en un escalón de la puerta de entrada para observar tranquila a las niñas que jugaban sin preocupación. Relajada por la tranquilidad del silencio del bosque y por las inocentes alegrías de sus nietas, Burn olvidaba todo lo que le acongojaba la mente. Al cabo de una hora de ensimismamiento, Burn fue interrumpida por un hombre que salió de la casa. Aquel tipo era alto, tez amarrilla hepática, de pelo lacio hasta los hombros o un poco más largo,  tenía un cubre bocas y vestía ropas blancas. Aquel chico le pidió gentilmente permiso para poder pasar y salir al patio de la entrada de la casa. Burn se levanto y retiró de la puerta y pensó: “Este debe ser el otro inquilino. Parece bastante cuerdo, entonces creo que el enfermo mental debe ser aquel chico que vi antes de entrar al baño”.

-Usted debe ser la persona que llegó a la casa ayer al anochecer –dijo el chico de blanco sutilmente a Burn.
-Ehmm, si –contestó Burn.
-Me alegra conocerle –dijo él-, todo se parecía muy alborotado anoche. Era como si estuviese drogada, hacia escándalo, corría saltaba, gritaba. Realmente me daba mucha risa. Alejo un poco a esta casa de su rutinario descanzo.
-Ehmm, si, creo que estaba drogada -explicó Burn-. Pero digame ¿Quién es usted?
-Yo soy uno de los inquilinos de esta casa, creí que infernal ya les habría hablado sobre mí –respondió el chico con una cara algo decepcionada-. Mi nombre es Shadowns.

Mientras se conocían Shadowns y Burn, Lexa alcanzó a ver a su abuela charlar con Shadowns. Lexa interrumpió el juego con Hina, ya que ella reconoció a Shadowns como uno de los huéspedes de la casa que no conocían pero que si habían visto en pocas ocasiones. Hina y Lexa se acercaron corriendo hacia la entrada de la casa para poder unirse a la conversación de Burn y Shadowns.
-Hola señor –saludaron al unísono Hina y Lexa.
-Hola pequeñas, ¿Cómo están? -saludó Shadowns-. Nunca me había puesto a platicar con ustedes. Pero permítanme unos segundos, quiero recoger esos cadáveres que ahí se encuentran.
-¿Para qué los quiere? –pregunto Hina.
-Esa carne es muy útil a pesar de que ya esté muerta –dijo Shadowns-. Por su aspecto, diría que fueron asesinados ayer al anochecer, quizá una hora antes de la llegada de la joven Burn. Por cierto, ¿Ustedes ya se conocen?
-Claro que si tontito –Dijo Lexa-. Ella es nuestra abuelita, por azares del destino nos encontramos en esta casa.
-¡Abuela! –Exclamó con sorpresa Shadowns-. Nunca lo imaginé, se ve muy joven para ser abuela señorita Burn.
-Ehmm, eso dicen –respondió Burn-. Y por cierto, no fue tanta casualidad. Mientras yo viajaba escuche, en algunas ciudades colindantes a este bosque, los rumores de que un par de niñas con descripciones idénticas a ustedes se habían adentrado a estos bosques. Por eso decidí cambiar de rumbo.
-¡Qué bien abuelita! –exclamó Hina-. Es genial encontrarnos
-Oye abuelita –dijo Lexa-, ¿No habías llegado en caballo? ¿Qué le pasó a tu caballo?
-Muy cierto nietecita –respondió Burn-. Sinceramente no sé que le pasó. Ni si quiera su cadáver está. ¿Lo habrás tomado vos Shadowns?
-Lamentablemente no –dijo Shadowns-. Bueno, les agradecería demasiado que me ayudaran a subir esos cadáveres a mi habitación.

Después de esta pequeña charla, las chicas ayudaron a Shadowns a subir esos restos a la habitación de Shadowns. Se adentraron a la casa hasta llegar a la habitación de Shadowns, la cual estaba a la vuelta de un pasillo de donde se encontraba la puerta con la marca de la “L”.
La habitación de Shadowns era bastante llamativa, era como un laboratorio. Al entrar se podían observar varios animales disecados, criaturas asesinadas con huellas de experimentación, otras más con extremidades amputadas y otras con trasplantes. Por si ver todas esas maquiavélicas y aberrantes intervenciones a la naturaleza no fueran suficientes para asombrarse, las niñas quedaron impactadas al ver lo que se encontraba en la esquina de la habtación.

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