Capítulo
36
"Madre
e hija"
La
magnitud del impacto que Nemesio fue tal, que Burn salió disparada hacia donde
se encontraba la persona enmascarada; con destreza pero poca delicadeza logró
atraparla.
-¡Mierda!
¿Por qué coño no te sujetas bien a tu caballo? Casi rompes la estatuilla –dijó
Nemesio insinuando culpabilidad a Burn de caer, a pesar de haber sido él quien
la embistió-. Bueno, como tú no la sabes cuidar, me veré obligado a tomar esa
estatuilla y resguardarla; no podría confiar en ti después del descuido que te
acabo de ver cometer.
-Me
sorprende que un hocico tan pequeño sea fábrica de tanta mierda –contestó Burn
enfurecida.
-¿Qué
demonios te sucede imbécil esbirro de Xym? –reclamaba la persona enmascarada.
-¿Esbirro
de Xym? Jajaja. ¿Qué demonios te hace pensar que ella me controla. No sabes lo
que dices. Te demostraré quién realmente manda. Pero primero ten la cortesía de
quitarte esa jodida máscara de persona cobarde. No, mejor no te la quites, no
merece la pena gastar mi mirada con una persona que no da la cara al mundo;
seguro tienes un rostro inmundo que te hasta a ti te da asco.
-En
serio, ¿cómo haces para parir tanta mierda de esa boca tan pequeña? –dijo Burn.
-¡Calla
zorra y dame esa estatuilla! –gritó Nemesio mientras buscaba algo entre sus
bolsillos-. Maldita sea, olvidé mi arma. Tendré que deshacerme de ustedes a la
antigua.
Inmediatamente
bajó de su caballo y se acercó amenazantemente hacia los dos. La persona
enmascarada se interpuso y le dijo a Nemesio:
-Deja
ya de molestar. No permitiremos que te lleves nada. Tú sólo la quieres para
venderla; sabes lo valiosa que es; pero su verdadero valor no consta de una
suma monetaria. Hay muchas otras formas de conseguir dinero, no seas vago.
-Ah,
¡vamos! ¿Es que no tienes suficiente? ¿Te haces el indignado, me retas y ahora
me sermoneas? ¡Menuda mierda!
En
esto Nemesio tiró un puñetazo a la persona enmascarada en la cara, moviendo un
poco su máscara de lugar. Por reacción inmediata, Nemesio recibió un puñetazo
de la persona enmascarada. Ya una vez que se presentaron con tal cordial
saludo, empezaron aquella precipitada danza de fuerza y caricias no tan
amorosas. Giros, caídas, patadas, puñetazos, todo un teatro de odio y
enfurecimiento florecía de estas dos personas que no tuvieron una buena
impresión de ellos mismos con el otro; tal vez se hubiesen podido conocer en
mejores circunstancias. Y después de varios pasos de baile ya el cansancio les
abrumaba. En un movimiento, la persona enmascarada resbaló junto a Burn, quien
miraba algo excitada. Nemesio quiso aprovechar esta oportunidad para darle una
patada; pero Burn se interpuso en su camino para defenderle. Nemesio no contuvo
su ataque, golpeando fuertemente a Burn en su pierna. La persona enmascarada se
llenó de odio, una furia protectora. Rápidamente tomó tierra con sus manos que
empuñó con rabia, se levantó lo más rápido que pudo y le arrojó la tierra en
los ojos a Nemesio. Éste empezó a maldecir y tomó una vara de madera del suelo,
encontrándola con su pura desesperación y el tacto de sus manos. Antes de que
pudiera levantarse después de tomar la vara, Nemesio recibió una patada de la
persona enmascarada; cosa que no lo hizo mucho daño, pues alcanzó a poner la
vara, que era algo gruesa, como escudo. La vara se partió en dos filosas
estacas. Nemesio ya con un arma recién pulida, lanzaba estocadas para
distanciar a la persona enmascarada y poder ponerse de pie. La persona
enmascarada no tuvo la valentía de acercarse demasiado y Nemesio prestó toda su
atención en atravesarla con la estaca. La persona enmascarada aprovechó eso
para adentrarse un poco entre los árboles del bosque y alejar la acción de
Burn. Escabulléndose entre los árboles la persona enmascarada estaba atenta
para aprovechar cualquier oportunidad de atacar, o por lo menos desarmar a
Nemesio. De pronto silencio, de pronto pasos vacilantes que punzaban los
nervios. Nemesio se desesperaba, y tal desesperación casi le cuesta la derrota,
pues su presa logró sorprenderlo saliendo de detrás de un árbol tan rápidamente
que pudo tomarle la mano que sostenía la estaca. Esto dio lugar a una contienda
de fuerza, con salvajismo tal que se torcían las manos, y la estaca, que era
algo grande, logró rasgar la máscara. Ésta quedó atorada en la estaca y después
de más forcejeo se rompió totalmente, dejando al descubierto la cara de un
hombre; un hombre delgado pero de un peculiar rostro agradable, que, si no
encantaba, por lo menos agradaba y demostraba confianza y seguridad.
-Vaya,
no eres tan grotesco de apariencia como para ocultarte en una máscara –dijo
Nemesio.
-¿Ahora
me estás coqueteando mientras me intentas matar?
-No
te enojes, disfruta el alago, será las últimas buenas palabras que escucharás
antes de matarte. Mal agradecido ¿Acaso no te gusta que te coqueteen?
-¿Coquetearme?
– dijo el chico desenmascarado-.Eres un descarado, acaso te hace falta sex…
Y
antes de que pudiera completar su frase, el tipo recibió un pisotón en el
pecho; Nemesio logró distraerlo un poco y no desaprovechó la oportunidad,
sofocándolo con tal patada. Ya con la ventaja, logró retomar completamente la
estaca y tirar al tipo con un rápido empujón.
-Ahora
sí te mataré maldito –dijo Nemesio empuñando fuertemente la estaca, alistándose
para atravesar alguna parte vital del individuo desenmascarado-. me has causado
muchas molestias pero hasta aquí lle…
Una
vez más, una frase inconclusa ¿Qué había dejado sin aliento a Nemesio? Una
estaca brotando directamente de su garganta; era Burn, quien había tomado la
otra mitad de la vara y tomado enmienda en la contienda. Nemesio cayó muerto y
algo de sangre salpicó el tierno rostro de Burn, quien miró atenta y con ojos
cristalinos al tipo que yacía en el suelo, recuperándose aún de la fatiga. A su
vez, el chico miró detenidamente a Burn, tan plácidamente, como si no la
hubiese visto antes. Y tal vez ya la haya visto, pero Burn no le había visto
antes… Quedó perpleja ante el rostro del tipo, no por razones estéticas, si no
porque era un reencuentro…
-Bumpie…
-dijo silenciosamente y tiernamente Burn; adornada con una bella sonrisa
discreta en su rostro alumbrado por el plateado manto que le acariciaba desde
el cielo y adornado con esas suaves gotas de sangre que bailaban sobre su piel.
-Burn…
-Contestó apasionadamente Bumpie. No era la primera vez que la veía en el día,
pero aún así se emanaba esa magia de un reencuentro después de un largo tiempo.
Así
quedaron quietos varios momentos hasta que retomaron consciencia de que no
podían estar viéndose toda la noche. Burn le extendió la mano a Bumpie para
ayudarlo a parar; quien nada descortés aceptó la ayuda. Así pues, con esa
tranquilidad y felicidad que saciaba a pequeños bocados sus entrañas, los dos
caminaron juntos, sin decirse palabra alguna, sin tomarse de la mano… Sólo
estando cercas.
Regresaron
hasta el lago, en donde se encontraban Jk y el negro corcel apareándose. Los
caballos tenían una encantadora forma de tener hacer sus necesidades sexuales:
Relinchaban repentinamente; se arrastraban sobre las piedras, rasgando sus
genitales; metían sus cabezas al lago, haciendo burbujas con sus gemidos; se
mordían mutuamente, parecían de hambre insaciable.
Presenciar
aquél acto tan noble de la naturaleza puso un poco “cachondos” a Burn y a
Bumpie, haciéndoles recordar su pasada vida de amorío y aventura. Se miraban
mutuamente, de forma libidinosa, se acercaron el uno al otro, atrapaban sus
esencias con delirantes olfateos, se desnudaban con la mirada, con el
pensamiento ¡Hasta podrían hacer un cuarteto! Pero no fue así, no por decencia,
ética o formalidades, se abstuvieron por el hecho de que los caballos
terminaron antes de hacerles la grandiosa invitación. Viéndose ya solitarios en
las empresas de la sexualidad, se decidieron a comenzar. Primero con la
tranquilidad y delicadeza de un amor puro e inocente: suaves caricias, besos
apasionados y tiernos, desnudándose lentamente, roses sutiles de piel que
hacían desprender lentamente las esporas de la lujuria. Después con la enjundia
de animales salvajes, de aquellos que satisfacen egoístamente sus necesidades:
forcejeos apresurados, mordidas salvajes, lenguas resbalosas que recorren ansiosas
una piel arañada, tensa y sometida. Y al final, con la depravación que toda su
imaginación y experimentación les podía producir: se golpeaban, se encajaban
palos, piedras, aplastaban sus genitales con cualquier objeto y dientes,
manifestaban desprecio desmesurado a sus cuerpos, especialmente a sus
genitales, imitaban la posterior actuación de los caballos, se asfixiaban con
ramas, y más cosas que se dejarán a la buena imaginación de todo lector; pero
cabe destacar que tales actos incluían alguno que otro cadáver que yacía por
esos lugares...
Después
de volver a conocer sus cuerpos, Burn y Bumpie tomaron los caballos; a Jk y al
corcel de Nemesio respectivamente. Encantados de ese bello reencuentro y antes
de darse un último beso y tomar caminos diferentes se dijeron:
-Ya
pasa de la media noche –dijo Bumpie- quizá por más de un par de horas. Yo debo marcharme,
tengo que visitar a alguien; le estaba esperando pero parece que ya no
apareció, le iré a buscar para cumplir mi misión pronto. Fue bueno vernos de
nuevo.
-Parece
despedida –dijo Burn-. ¿Acaso piensas desaparecer de nuevo?
-Jodienda,
no digas eso… Sólo tengo que arreglar unos asuntos pendientes. Por ahora ve a
la casa de Infernal rápido. Ya es muy noche y hace frío; toma mi chaqueta… Iré
por ella en la mañana…
-De
acuerdo. Yo, también debo irme entonces. Tengo algo que entregar.
Con
la mente flotando sobre nubes a su vez que girando entre remolinos de
incertidumbre, Burn le ordenaba a Jk que trotara lo más rápido posible,
azotándola, pateándola e incluso metiendo mano en por donde cupiera. Un
recuerdo fugaz y doloroso de Jk al sentir nuevamente la mano de Burn en su ano
le hico estremecer, le hizo reaccionar abruptamente, de tal forma que Burn
cayó. Inspeccionó en las alforjas para ver si la estatuilla estaba aún bien. Al
inspeccionarla con la claridad de la luna notó que tenía una inscripción en la
base: “De Lexa y Hina y nuestra abuelita Burn para nuestra mami”. También notó
que tenía algunos acabados en oro y plata y lo que parecían un par de piedras
preciosas en los ojos, parecía cara; eso ponía a dudar si en verdad la habían
podido comprar sus nietas… La estatuilla quedó intacta. Jk empezó a dar vueltas
como loca entre los árboles. Burn tuvo que caminar sola el pequeño tramo del
camino puesto que Jk le tenía un poco de miedo y no dejo que le montara.
-De
nuevo aquí ¿eh Jk? –dijo Burn-. Recuerdo estas quebradizas hojas de la primera
vez que cruzamos estos prados… -y escarbando un poco entre ellas continuó-.
Vaya, pero si lo que cruje son pequeños huesos ocultos entre toda esta hierba
seca. Todos son huesos a medio triturar y pocos que parecen completos. Jk ¿te
molestaría tocar la puerta o quieres ayuda para ello como antes? De acuerdo, no
lo haré de nuevo… debes admitir que te gustó. Mira, los cadáveres de arriba ya
están pútridos y descarnados, de hecho ya nada más hay uno. Que bello se ve el
cielo estrellado desde este manto nocturno, iluminado por estas cortinas de
pureza blanquecina astral… Mírame, estoy hablando de más. ¡Jodienda! En verdad
me emocionó volverlo a ver.
Burn
con su felicidad poco disimulada tocó a la puerta; decidió tocar ella después
de ver la cara un poco triste de Jk, y que al mencionarle lo de ayudarle para
llamar la puerta le asustó; sin embargo, después de todo, aún conservaban su
amistad.
-Hola
mi estimada ¿En qué podría ayudarte? –dijo Infernal al abrir la puerta.
-No
está lloviendo y mi caballo no se ha desmayado –dijo Burn.
-Jeje,
Deja vu. Adelante chica, pasa, te
estábamos buscando. Sabía que regresarías sola y en buen estado; además, has
recuperado a tu caballo. Tú no desperdicias las noches.
-¿Me
dejarás entrar o hablarás más? No es por ser grosera pero para saber si debo
ponerme cómoda o no.
-Siempre
tan directa. Entremos.
Inmediatamente
entraron y Jk pasó también. Infernal tomó a Jk para llevarla al establo de
atrás y Burn se encontró con las demás que estaban preocupadas esperando en el
recibidor. Neea la recibió con un abrazo muy dilatado en sentimientos que ni
ella entendía a que se debía. Hina y Lexa le preguntaron dónde había estado y
ese tipo de cosas para calmar su curiosidad y preocupación. Misa estaba
dormida. Andrea amablemente le ofreció una taza de té a Burn y un poco de galletas;
las cuales aceptó deseosamente. Burn les platicó un poco a todos, no demasiado,
sólo lo necesario para saciar su curiosidad. Les contó que un Koala la guió y
su intuición la hizo seguirle. Después sólo les dijo que había encontrado a
unas personas que habían visto su caballo, que la sangre en su ropa eran de un
animal salvaje que la quiso atacar y otro par de inventos; no tuvo que explicar
nada de manchas en su piel porque ya no las tenía, hubo lenguas involucradas en
esa limpieza. Por último les comentó que recibiría visita por la mañana y que
no era menester que se tomaran las cordialidades acostumbradas con tal.
Una
vez que terminó de dar las breves explicaciones, todos fueron a dormir. Burn
llegó a su habitación de dormir. Al empezar a quitarse la ropa sintió la llave
que Bumpie le había dado; entonces, recordó todo lo que tenía que hacer y que
había olvidado por el embelesamiento y cansancio. Sigilosamente llegó hasta la
susodicha puerta que abriría la llave. Al usar la llave abrió el cerrojo; pero
la puerta era muy pesada, parecía estar llena de concreto; quizá eso hacía
parecer que detrás de ella sólo había una pared. Después de empujarla con todas
sus fuerzas logró entrar a la habitación, la cual era un desastre. Había
montones de cajas, frascos, canastas y demás recipientes que no se podía saber
que contenían debido a la obscuridad que la vela de Burn no podía difuminar.
Burn decidió no detenerse a inspeccionar a detalle hasta ver más la habitación.
Caminó un poco y se encontró con un pedazo de madera que parecía ser una
compuerta a un pasadizo, seguramente llevaba fuera de la casa. Burn estaba a
punto de entrar pero echó un vistazo al resto de la habitación, con la poca luz
que encandecía y vio a una persona sentada en el suelo besando un objeto casi
esférico de gran tamaño en sus manos.
-Hola
mami... –dijo la persona.
-¿Hija?
¿En verdad eres tú?
-Sí,
por fin me encuentras –contestó quien presumía ser la hija de Burn mientras
comenzó a encender más velas.
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